Los colores nos rodean. Como toda sociedad les da significado, forman parte de nuestra experiencia cotidiana de percibir el mundo y nuestro entorno, y acaban transmitiéndonos todo tipo de sensaciones y emociones, incluso sin que seamos conscientes. Que los colores llegaran al tejido fue un gran logro humano y una muestra más de civilización, un avance que nos permitió trasladar la naturaleza a una dimensión táctil. De esta forma, hemos podido jugar con ellos para aplicarlos en el uso artístico en moda y decoración.
Como es lógico, al principio el tintado comenzó con el uso de los colorantes que encontraban en la naturaleza las primeras poblaciones humanas, con evidencia de su utilización para los textiles ya en el Neolítico. Plantas, hongos, líquenes, minerales o incluso organismos invertebrados son algunos de los elementos de donde derivan algunos tintes naturales. A lo largo de la historia, se han usado –y continúan utilizándose- colorantes tan curiosos como el arsénico para el tinte verde, el carbón para el negro, el insecto cochinilla para el rojo, ¡o incluso orina de vaca para colorear el tejido de amarillo! En cuanto al proceso de teñido, el menos tecnificado, el original, consistía en colocar el tejido en una vasija con agua y el colorante, para después calentarla y agitarla hasta que el color se transfiriera. Este se sigue desarrollado en todo el mundo con las mismas bases y premisas, solo que mucho más tecnificado en la industria.
Aunque se puede colorear el textil antes del hilado, normalmente se tiñe el tejido ya elaborado. Además, los colorantes naturales suelen necesitar de los llamados mordientes, unas sustancias químicas que ayudan a fijar el color a la fibra textil. Sales, vinagre o alumbre natural eran algunos de los que se utilizaban antiguamente. De esta forma, y debido al fuerte olor que se desprendía, en origen los trabajos de teñido se hacían a las afueras de las poblaciones. Otra clave del teñido es que según la fibra de la tela, se utilizan unos colorantes naturales u otros. Por ejemplo, las fibras de celulosa como el algodón o el lino necesitan colorantes reactivos a la fibra, mientras que las fibras de proteína como la lana o el cachemir, usan colorantes de tina y mordientes indirectos.
Los restos de telas antiguas que datan del Neolítico –encontradas en la zona mediterránea y en las áreas de surgimiento de las primeras civilizaciones, como Egipto y Mesopotamia- empleaban tonos naranjas, rojos y marrones, los primeros colores en aparecer. Más tarde surgieron los azules, y luego los amarillos y los verdes, y se comenzó también a juntar varios colores en la misma tela. Con el paso del tiempo, se fueron dominando otros colores, pero a veces escaseaban en la naturaleza. El púrpura, por ejemplo, era muy preciado durante el Imperio romano, ya que procedía de un molusco muy costoso y muy poco abundante. Por ese motivo, solo lo llevaban las clases más altas del imperio. Algunos colores, como el propio púrpura y el carmesí o el escarlata, han dado lugar a un antes y un después en la historia del teñido y las telas, ya que sus colores intensos eran los más buscados. Fue así como se dio lugar a la competencia entre tintoreros y cómo se consiguió avanzar y mejorar con nuevos métodos y colorantes. Era tanta la competencia, que en la Europa de la Edad Media en adelante, por ejemplo, muchos gremios de tintoreros intentaban mantener sus secretos de tintura más cara –como el famoso escarlata de Venecia- difundiendo historias de fantasmas sobre sus propios talleres para evitar que fuera descubierta su fórmula.
Pero no sería hasta el siglo XIX cuando se produjo la mayor transformación de la industria textil gracias a la aparición del primer tinte sintético, fruto del experimento fallido de un joven aprendiz de químico, William Henry Perkin, en 1856. El muchacho, de 17 años, que estaba intentando hacer en laboratorio agua tónica –remedio contra la malaria en la época-, erró en su experimento y, a cambio, obtuvo la malveína, que daba un tipo de violeta intenso o malva. Perkin se hizo rico y ayudó tanto al surgimiento de la industria química como al de casas de moda y telas. De hecho, gracias a este descubrimiento, a finales del siglo XIX era ya habitual encontrar tintes sintéticos de multitud de colores. Esto permitió no solo que se accediera a todos los colores del arcoíris sino que no solo las clases más adineradas pudieran permitirse vestir su cuerpo o su hogar con colores, al abaratarse su precio. Hoy en día, tenemos más de 8000 tipos de tintes de origen sintético.
Hace poco os hablábamos del nuevo color que Pantone ha elegido como tendencia este 2019: el tono coral. Por eso, en retrospectiva, y viendo todo lo que hemos recorrido en la historia del color en el textil, ahora nos parece una suerte tenerlos con nosotros en nuestro día a día, alegrándonos la vida. Desde La Huerta os animamos a llenar vuestro hogar de color con los textiles y a cuidar vuestros tejidos para evitar que pierdan su intensidad con el tiempo. Y si el tinte se ha separado definitivamente de las fibras y ha desteñido, siempre podéis echar un vistazo a nuestros artículos para reemplazarlo. Ofrecemos una amplia variedad de tejidos lisos e infinidad de colores en stock permanente. Visillos para cortinas de todo tipo y tejidos para tapicería. Desde nuestras tiendas os aconsejaremos sin compromiso.